En ocasiones nos rodean circunstancias, deseos temores que nos son
complicados de entender.
Tenemos ideas en la cabeza que nos torturan, deseamos esto o
aquello, queremos estar con una u otra persona, y las cosas no se desarrollan
como nosotros quisiéramos o deseásemos, y entonces nos vienen a la cabeza dos
ideas. la primera es, qué es lo que me despierta ese instinto, cuál es el
motivo?,
Y la segunda, por qué no puedo obtener lo que quiero?.
La respuesta a la primera suele ser algo irracional, algo que viene
de mi yo más profundo, algo que se escapa a la lógica, a lo controlado, a lo
que yo manejo algo que viene desde mis sentimientos interiores.
Perdemos el tiempo buscando respuestas, perdemos parte de nuestra
vida buscando explicaciones, perdemos algo que nunca volveremos a recuperar,
perdemos aquello que considero como uno de los mayores regalos que podemos
ofrecer y recibir, TIEMPO
Y en cuanto a la segunda......que pena que nos detengamos a buscar
una respuesta, a invertir nuestro tiempo en querer apaciguar nuestra mente en
querer entender las cosas.....en dejar de disfrutar ese momento por querer
tener todo bajo nuestro control, ese tiempo que invertimos en buscar
explicaciones es tiempo que dejamos de vivir.
Estamos junto a una vía de tren, el paisaje es precioso, verdes
campos de cereales hasta donde alcanza nuestra vista en pleno apogeo y
esplendor a un lado de la vía.
Grandes arboles centenarios magníficos de
aquellos que bajo su sombra te impiden ver el sol, de los que a sus pies
apenas hay flores por falta de luz solar, árboles que me rememoran los bosques
navarros.
El tren avanza, el suelo comienza a temblar, y nuestro compañero
se pregunta el porqué de aquella velocidad.
Por momentos el tren se nos acerca, los tallos de los cereales se
doblan sin llegar a quebrarse como si le estuvieran abriendo paso, el sol está
cayendo sobre las lejanas montañas, los pájaros de los arboles revolotean por el ruido al paso de ese humeante caballo de metal, la velocidad es desmesurada, el
paisaje indescriptible, los colores del atardecer preciosos. Por un momento
siento la sensación del viento provocado por el paso del tren, ese viento que
en una tarde calurosa de primavera se agradece casi a cualquier hora del día,
esa brisa que llega te toca y se va, abro los brazos y me dejo invadir por una
explosión de sentimientos, sentimientos de esos que se ven y de esos que se
sienten.
Esa sensación dura apenas un par de segundos, un par de segundos
que se pueden convertir en horas para uno mismo.
Una vez finalizado el espectáculo miro a mi alrededor como
cualquier niño feliz al despertar la mañana de Reyes. Y allí me veo a mi
acompañante, el que sigue calculando la velocidad a la que venía el tren y el
por qué de la misma.
Que pena que estemos ensimismados en temas banales, en cosas que no
dependen de nosotros, que no van a llevarnos a ningún sitio.
Es posible que no vuelva a pasar ningún tren por aquella vía, o es
posible que no estemos nosotros para poder ver pasar de nuevo el tren.
El día que fui consciente, el día que interioricé que tengo que
trabajar para vivir y no vivir para trabajar, ese día empecé a vivir, pero los
humanos somos muy torpes, y pensé que el precio que tuve que pagar para poder
llegar a esa conclusión fue muy alto, seguramente demasiado, primera torpeza.
Con el paso de los años aprendí que no hay mejor dinero invertido que en salud,
nunca es demasiado aunque no seamos capaces de verlo en ese instante,
segunda torpeza.
Cuando nos cruzamos con una persona, cuando esa persona llega a
nuestra vida, o mejor dicho, cuando por circunstancias dos lineas se cruzan,
normalmente siempre hay una parte que siente más que la otra, es complicado que
las dos personas estén en el mismo plano, que ambas tengan las mismas
prioridades que las dos estén en el mismo estado emocional que los dos vayan a
la misma velocidad.
Seguramente por deformación profesional lo comparo con una máquina
recién diseñada y producida. Las piezas encajan a la perfección, todas las
piezas que componen la máquina están diseñadas de tal forma que no hay holgura
entre ellas. Sobre el papel todo es perfecto. Sobre ese papel que tanto tiempo,
trabajo y dedicación nos ha llevado
Nos disponemos a montarla, ya la tenemos montada y ahora es el
momento de ponerla en funcionamiento, sin saber muy bien el motivo, la máquina
no funciona como debería. Pero la hemos comprobado, hemos visto que los
cálculos, los planos, las piezas... sobre el papel está todo bien. Pero hay
desajustes, hay desajustes por la novedad, por lo inesperado, por la falta de
manejo.
Y como reaccionar ante esa situación?
Muchas y variadas son las respuestas a estas preguntas, y
seguramente todas igual de correctas dependerá de cada uno la decisión a tomar.
TODOS LOS CAMINOS SON VALIDOS MIENTRAS NO SE PIERDA EL RUMBO.
Me llamó la atención en una ocasión, hablando con una amiga que hacía poco tiempo que había finalizado una relación. Me dijo que habían dejado de ser pareja, y lo peor de todo es que seguían los dos enamorados locamente de la otra persona. Sinceramente espero no encontrarme nunca con esa situación.